NO A LA DEROGACION DE LA LEY 25.542

El último libro del director de teatro y teórico brasileño André Carreira, Teatro de invasión, comparte la doble naturaleza de su autor y sigue una línea progresiva que parte de la teoría dramática hasta sumirse en la experiencia teatral en los últimos capítulos. Representa un avance terminológico respecto al teatro hecho fuera de las salas y la denominación tradicional «teatro de calle» o «teatro callejero». Carreira dinamita el entendimiento del teatro de invasión como sustituto del teatro de sala con el objetivo de profundizar en sus rasgos particulares sin limitarlo a un concepto finito, para ofrecer espacio a la naturaleza cambiante y aún en expansión de este tipo de teatro.

El autor se distancia del teatro callejero remarcando, como un leitmotiv, la forma en la que el teatro de invasión se integra en la ciudad como un elemento marginal que resquebraja la imagen unitaria ofrecida por las

instituciones. El rechazo al término «teatro callejero» no procede de un repudio a su tradición o al carácter popular de sus actuaciones. Como el autor explícita en la introducción, este cambio terminológico está intrincado por un

deseo de indagar más allá, romper con las características heredadas del teatro de sala y propugnar, mediante el concepto de teatro de invasión, el carácter franqueable de los espacios, la disolución de la frontera entre la ficción y la

realidad y el rasgo político del teatro de invasión, por el mero hecho de romper con la cotidianidad de los transeúntes y agrietar la imagen oficial de la ciudad.

Teatro de invasión se alza como un gran entramado teórico donde los conceptos dialogan para constituir conjuntamente el tipo de teatro que propone Carreira. El lector es insertado con cautela en la red conceptual del

autor a través de frases categóricas desde el comienzo del libro: «La ciudad es en sí mismo una dramaturgia, porque ella organiza el espectáculo, constituyendo el material central con el cual dialogan artistas y espectadores»

(29); para después ser testigo del procedimiento de desentrañamiento del territorio que realiza el teórico brasileño. La subjetividad y la complejidad de la ciudad son mostradas mediante la contraposición de conceptos entre los que desfilan Lynch concibiendo la ciudad como la imagen que construimos de la misma, Georg Simmel comprendiéndola como una alegoría de la sociedad o Manuel Castells con una definición de la ciudad basada en la experiencia de habita, entre muchos otros.

Aunque el libro no pretende conformar un manual para directores y actores de teatro de invasión, es innegable la utilidad de los capítulos «Procedimientos de un teatro de invasión» y «Sobre un actor que invade las calles» para adentrarse en su funcionamiento. En estos capítulos el autor desvela pautas claves como el establecimiento de la escena sobre los flujos de la ciudad, la manera sensorial con la que los actores deben leer el espacio o la interferencia mutua que hay entre la ciudad y el teatro: «el teatro de invasión es permeable, acepta el ruido inevitable y se alimenta del ruido, pues se construye como una trama abierta que considera la interferencia de la ciudad como parte estructurante del propio lenguaje teatral» (86). Asimismo, especifica las características idóneas de un actor de teatro de invasión: la

capacidad de desempeñar una doble función: «la de actuar y al mismo tiempo escribir la escena» (117), y la adaptabilidad para completar la obra con las relaciones que el mismo actor establece con el espacio.

El último capítulo «Experiencias de invasión: metros, plazas y calles» sirve como una materialización práctica de los conceptos teóricos previamente explicados en el libro. Las experiencias descritas por Carreira completan sus anteriores capítulos hasta ofrecer ejemplos exactos. El autor ahonda, por ejemplo, en la obra que realizó en el metro de Buenos Aires, Metromilonga, para mostrar el proceso de habituación de los actores de teatro a la italiana al teatro de invasión y el consecuente viaje en el metro de seis meses. Además, desvela cómo en Paraguas evitó la disposición en círculo de

los espectadores y promovió la disolución entre el público y los actores, mediante la escenificación de la escena en calles no muy amplias y callejones estrechos, para distanciar el espectáculo del teatro de calle tradicional.

El director de teatro brasileño rememora las distintas obras de invasión con detalle, así como cita los nombres de los actores integrantes y de los directores de los grupos que siguieron su legado, para llenar al lector de ejemplos tangibles en los que se ha desarrollado el teatro de invasión y ofrecerle pistas para seguir explorando las posibilidades de este tipo de teatro. En esta línea, explica cómo en la obra Marías el poder dramático provenía del espacio en el que se sucedía: un parque cambiante en el que convivían una gran cantidad de prostitutas y visitantes en busca de un ambiente bucólico, o cómo el miedo, en Final de tarde, se inmiscuye en la acción teatral por el carácter violento del lugar en el que se representa y la violencia escenificada se entremezcla con la violencia diaria, hasta que los tiros por la muerte de un personaje o la aparición de policías crea confusión entre el público.

André Carreira confronta los múltiples prismas subjetivos que definen la ciudad y fractura la imagen compacta desprendida de la arquitectura institucional. Ilumina la complejidad de la red urbana –llena de hábitos preestablecidos, ritmos marcados y áreas jerarquizadas– para demostrar que es posible introducir lo lúdico y ocupar la ciudad de una manera distinta. Si el teatro de calle rezumaba política al trasgredir las salas de teatro y albergar tramas comprometidas con la sociedad, con este libro el autor prueba que el teatro de invasión constituye una innovación teatral, que puede permitirse no girar en torno a tramas directamente políticas y profundizar en evoluciones artísticas, pues su mera intromisión en la ciudad es en sí misma una reivindicación.


TEATRO DE INVASION - ANDRE CARREIRA

El último libro del director de teatro y teórico brasileño André Carreira, Teatro de invasión, comparte la doble naturaleza de su autor y sigue una línea progresiva que parte de la teoría dramática hasta sumirse en la experiencia teatral en los últimos capítulos. Representa un avance terminológico respecto al teatro hecho fuera de las salas y la denominación tradicional «teatro de calle» o «teatro callejero». Carreira dinamita el entendimiento del teatro de invasión como sustituto del teatro de sala con el objetivo de profundizar en sus rasgos particulares sin limitarlo a un concepto finito, para ofrecer espacio a la naturaleza cambiante y aún en expansión de este tipo de teatro.

El autor se distancia del teatro callejero remarcando, como un leitmotiv, la forma en la que el teatro de invasión se integra en la ciudad como un elemento marginal que resquebraja la imagen unitaria ofrecida por las

instituciones. El rechazo al término «teatro callejero» no procede de un repudio a su tradición o al carácter popular de sus actuaciones. Como el autor explícita en la introducción, este cambio terminológico está intrincado por un

deseo de indagar más allá, romper con las características heredadas del teatro de sala y propugnar, mediante el concepto de teatro de invasión, el carácter franqueable de los espacios, la disolución de la frontera entre la ficción y la

realidad y el rasgo político del teatro de invasión, por el mero hecho de romper con la cotidianidad de los transeúntes y agrietar la imagen oficial de la ciudad.

Teatro de invasión se alza como un gran entramado teórico donde los conceptos dialogan para constituir conjuntamente el tipo de teatro que propone Carreira. El lector es insertado con cautela en la red conceptual del

autor a través de frases categóricas desde el comienzo del libro: «La ciudad es en sí mismo una dramaturgia, porque ella organiza el espectáculo, constituyendo el material central con el cual dialogan artistas y espectadores»

(29); para después ser testigo del procedimiento de desentrañamiento del territorio que realiza el teórico brasileño. La subjetividad y la complejidad de la ciudad son mostradas mediante la contraposición de conceptos entre los que desfilan Lynch concibiendo la ciudad como la imagen que construimos de la misma, Georg Simmel comprendiéndola como una alegoría de la sociedad o Manuel Castells con una definición de la ciudad basada en la experiencia de habita, entre muchos otros.

Aunque el libro no pretende conformar un manual para directores y actores de teatro de invasión, es innegable la utilidad de los capítulos «Procedimientos de un teatro de invasión» y «Sobre un actor que invade las calles» para adentrarse en su funcionamiento. En estos capítulos el autor desvela pautas claves como el establecimiento de la escena sobre los flujos de la ciudad, la manera sensorial con la que los actores deben leer el espacio o la interferencia mutua que hay entre la ciudad y el teatro: «el teatro de invasión es permeable, acepta el ruido inevitable y se alimenta del ruido, pues se construye como una trama abierta que considera la interferencia de la ciudad como parte estructurante del propio lenguaje teatral» (86). Asimismo, especifica las características idóneas de un actor de teatro de invasión: la

capacidad de desempeñar una doble función: «la de actuar y al mismo tiempo escribir la escena» (117), y la adaptabilidad para completar la obra con las relaciones que el mismo actor establece con el espacio.

El último capítulo «Experiencias de invasión: metros, plazas y calles» sirve como una materialización práctica de los conceptos teóricos previamente explicados en el libro. Las experiencias descritas por Carreira completan sus anteriores capítulos hasta ofrecer ejemplos exactos. El autor ahonda, por ejemplo, en la obra que realizó en el metro de Buenos Aires, Metromilonga, para mostrar el proceso de habituación de los actores de teatro a la italiana al teatro de invasión y el consecuente viaje en el metro de seis meses. Además, desvela cómo en Paraguas evitó la disposición en círculo de

los espectadores y promovió la disolución entre el público y los actores, mediante la escenificación de la escena en calles no muy amplias y callejones estrechos, para distanciar el espectáculo del teatro de calle tradicional.

El director de teatro brasileño rememora las distintas obras de invasión con detalle, así como cita los nombres de los actores integrantes y de los directores de los grupos que siguieron su legado, para llenar al lector de ejemplos tangibles en los que se ha desarrollado el teatro de invasión y ofrecerle pistas para seguir explorando las posibilidades de este tipo de teatro. En esta línea, explica cómo en la obra Marías el poder dramático provenía del espacio en el que se sucedía: un parque cambiante en el que convivían una gran cantidad de prostitutas y visitantes en busca de un ambiente bucólico, o cómo el miedo, en Final de tarde, se inmiscuye en la acción teatral por el carácter violento del lugar en el que se representa y la violencia escenificada se entremezcla con la violencia diaria, hasta que los tiros por la muerte de un personaje o la aparición de policías crea confusión entre el público.

André Carreira confronta los múltiples prismas subjetivos que definen la ciudad y fractura la imagen compacta desprendida de la arquitectura institucional. Ilumina la complejidad de la red urbana –llena de hábitos preestablecidos, ritmos marcados y áreas jerarquizadas– para demostrar que es posible introducir lo lúdico y ocupar la ciudad de una manera distinta. Si el teatro de calle rezumaba política al trasgredir las salas de teatro y albergar tramas comprometidas con la sociedad, con este libro el autor prueba que el teatro de invasión constituye una innovación teatral, que puede permitirse no girar en torno a tramas directamente políticas y profundizar en evoluciones artísticas, pues su mera intromisión en la ciudad es en sí misma una reivindicación.


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