NO A LA DEROGACION DE LA LEY 25.542
La partición del psicoanálisis o el torbellino de los signos es, antes que nada, un
antídoto contra el veneno del “lacanismo portátil”, pero también contra el veneno del
“fundamentalismo psicoanalítico”. ¿Y qué libro de Juan Bautista Ritvo no lo es?
Quizás todos. Pero cualquier pretensión de totalidad resulta no sólo imposible, sino
vana, porque cada libro de RItvo se sustrae de una totalidad e irrumpe único y fuera
de serie. Se trata entonces de eso que insiste en Ritvo. Y eso que insiste, insiste
cada vez como si fuera la primera vez. Los lectores agradecemos que Ritvo no se
desentienda de eso que insiste en él -temporalidad, contingencia, sujeto, lectura, por
mencionar sólo algunas de esas insistencias-.
La escritura de Ritvo nos sacude y nos abisma; nos asombra y nos inquieta. Acaso
porque incluye también sus propios asombros y sus propias inquietudes; sus
oscilaciones y sus balbuceos: se trata de la “vacilación de la palabra, siempre
tanteando lo por venir”. Y es que, como dijo alguna vez Jorge Jinkis, Ritvo se deja
llevar, lo lleva, es llevado, por la diablura del estilo. Juan Bautista Ritvo escribe con
el latido de la carne que lee. Juan Bautista Ritvo escribe el latido de la carne que
lee. Ritvo es, cada vez, un hallazgo.
Elijo dos lugares de los que no quisiera irme:
“Aparte se verá que constantemente traigo discursos de otras zonas en un orden
palimpséstico; lo hago introduciendo un elemento extraño en las construcciones
psicoanalíticas porque así y solo así es posible leer, si es que leer es una
perturbación de un texto y no solo un reflejo amable de él”.
“Quizá lo decisivo, dramáticamente decisivo, consista en lo siguiente: cada uno está
solo más allá de las reciprocidades que ahogan tanto como tranquilizan; pero en la
búsqueda de la verdad se requiere imprescindiblemente de los otros, aunque
finalmente cada cual deba llegar a lo cierto por sí: cada uno por sí, pero no sin
los otros”.
Alexandra Kohan
La partición del psicoanálisis o el torbellino de los signos es, antes que nada, un
antídoto contra el veneno del “lacanismo portátil”, pero también contra el veneno del
“fundamentalismo psicoanalítico”. ¿Y qué libro de Juan Bautista Ritvo no lo es?
Quizás todos. Pero cualquier pretensión de totalidad resulta no sólo imposible, sino
vana, porque cada libro de RItvo se sustrae de una totalidad e irrumpe único y fuera
de serie. Se trata entonces de eso que insiste en Ritvo. Y eso que insiste, insiste
cada vez como si fuera la primera vez. Los lectores agradecemos que Ritvo no se
desentienda de eso que insiste en él -temporalidad, contingencia, sujeto, lectura, por
mencionar sólo algunas de esas insistencias-.
La escritura de Ritvo nos sacude y nos abisma; nos asombra y nos inquieta. Acaso
porque incluye también sus propios asombros y sus propias inquietudes; sus
oscilaciones y sus balbuceos: se trata de la “vacilación de la palabra, siempre
tanteando lo por venir”. Y es que, como dijo alguna vez Jorge Jinkis, Ritvo se deja
llevar, lo lleva, es llevado, por la diablura del estilo. Juan Bautista Ritvo escribe con
el latido de la carne que lee. Juan Bautista Ritvo escribe el latido de la carne que
lee. Ritvo es, cada vez, un hallazgo.
Elijo dos lugares de los que no quisiera irme:
“Aparte se verá que constantemente traigo discursos de otras zonas en un orden
palimpséstico; lo hago introduciendo un elemento extraño en las construcciones
psicoanalíticas porque así y solo así es posible leer, si es que leer es una
perturbación de un texto y no solo un reflejo amable de él”.
“Quizá lo decisivo, dramáticamente decisivo, consista en lo siguiente: cada uno está
solo más allá de las reciprocidades que ahogan tanto como tranquilizan; pero en la
búsqueda de la verdad se requiere imprescindiblemente de los otros, aunque
finalmente cada cual deba llegar a lo cierto por sí: cada uno por sí, pero no sin
los otros”.
Alexandra Kohan