NO A LA DEROGACION DE LA LEY 25.542

Kurdistán


 


Cansados de mirar a través de las ramas


del paraíso la luna que seca y constante


emitía su luz como la antena


emite las ondas de Continental que en ese momento 


narraban al andurrial las noticias


de la guerra contra los kurdos – nosotros,


cortados por la misma tijera en papel crepé,


muñequitos que la madre hace para que el niño


aprenda, si es posible antes que el padre, 


el proceso en serie de la virilidad - ,


con el estómago lleno de humo y los dientes amarillos


nos tomamos el 96 hasta Ciudadela.


Nos sentamos en la estación a esperar


el último tren que debía traer 


los cajones de uvas verdes para la loba,


la zorra, ésa. Como era delgado y frío


el aire que rodeaba los monoblocks a la distancia


de un disparo de 22, imaginamos


montañas donde moles marrones abultaban 


y sobre ellas guerreros con las mejores pieles,


ésas que tienen las especies en extinción.


Detrás de una columna un chancho fumaba


y el escudo del uniforme se tocaba con los dedos


de uñas comidas por mala costumbre y por vicio. 


Hasta que uno, el más sabio o el más tonto


o uno que no se sabía si era o se hacía


u otro, en fin, que se las daba de pillo


aunque era nabo, pronunció las palabras mágicas


y nos adentramos más hacia el este, 


hacia el río de león que si no llevaba


un raviol llevaba un canelón.

SOBRANTES - ALEJANDRO RUBIO (GOG Y MAGOG)

Kurdistán


 


Cansados de mirar a través de las ramas


del paraíso la luna que seca y constante


emitía su luz como la antena


emite las ondas de Continental que en ese momento 


narraban al andurrial las noticias


de la guerra contra los kurdos – nosotros,


cortados por la misma tijera en papel crepé,


muñequitos que la madre hace para que el niño


aprenda, si es posible antes que el padre, 


el proceso en serie de la virilidad - ,


con el estómago lleno de humo y los dientes amarillos


nos tomamos el 96 hasta Ciudadela.


Nos sentamos en la estación a esperar


el último tren que debía traer 


los cajones de uvas verdes para la loba,


la zorra, ésa. Como era delgado y frío


el aire que rodeaba los monoblocks a la distancia


de un disparo de 22, imaginamos


montañas donde moles marrones abultaban 


y sobre ellas guerreros con las mejores pieles,


ésas que tienen las especies en extinción.


Detrás de una columna un chancho fumaba


y el escudo del uniforme se tocaba con los dedos


de uñas comidas por mala costumbre y por vicio. 


Hasta que uno, el más sabio o el más tonto


o uno que no se sabía si era o se hacía


u otro, en fin, que se las daba de pillo


aunque era nabo, pronunció las palabras mágicas


y nos adentramos más hacia el este, 


hacia el río de león que si no llevaba


un raviol llevaba un canelón.

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