NO A LA DEROGACION DE LA LEY 25.542

«Buuuh! es, dice el subtítulo de este libro, un diario de rodaje. Pero también se podría decir que son varios los diarios que encierran sus páginas. Hay uno que registra los días de una película que no se deja filmar, hay otro sobre el fin del mundo y otro más sobre el fin del amor; hay un diario que es sobre la escritura de un diario, y hay un diario sobre lo normal y lo paranormal, y sobre lo íntimo y lo sexual, y sobre la música y la botánica. Y también sobre cerdos asesinos y extraterrestres que toman Punta Indio. Hay un diario sobre cada cosa y todas confluyen en el vórtice de esta novela que todo lo fagocita, todo lo digiere, y lo devuelve mejor, más crudo, más hermoso, transformado en escritura. Porque tenemos una certeza: alguien escribe mientras a su alrededor hay trípodes, mochilas, cámaras, un equipo de filmación, gente que duerme en contéiners. Y, a unos metros de esa gente –dice este libro en su vigésima sexta entrada–, hay africanos entusiastas que “demuelen una casa vieja. Construyen una casa nueva. Construyen y demuelen. ¿Demuel- en o construyen?”. Se deja ver un método compositivo ahí. En ese afirmar y contradecirse, en la aserción y la pregunta, en refutar, poner en abismo, manifestar la incapacidad de decir y desarrollar enseguida una pulsión por decirlo todo, todo, en un diario de mil quinientas noventa entradas.

«Buuuh! es, dice el subtítulo de este libro, un diario de rodaje. Pero también se podría decir que son varios los diarios que encierran sus páginas. Hay uno que registra los días de una película que no se deja filmar, hay otro sobre el fin del mundo y otro más sobre el fin del amor; hay un diario que es sobre la escritura de un diario, y hay un diario sobre lo normal y lo paranormal, y sobre lo íntimo y lo sexual, y sobre la música y la botánica. Y también sobre cerdos asesinos y extraterrestres que toman Punta Indio. Hay un diario sobre cada cosa y todas confluyen en el vórtice de esta novela que todo lo fagocita, todo lo digiere, y lo devuelve mejor, más crudo, más hermoso, transformado en escritura. Porque tenemos una certeza: alguien escribe mientras a su alrededor hay trípodes, mochilas, cámaras, un equipo de filmación, gente que duerme en contéiners. Y, a unos metros de esa gente –dice este libro en su vigésima sexta entrada–, hay africanos entusiastas que “demuelen una casa vieja. Construyen una casa nueva. Construyen y demuelen. ¿Demuel- en o construyen?”. Se deja ver un método compositivo ahí. En ese afirmar y contradecirse, en la aserción y la pregunta, en refutar, poner en abismo, manifestar la incapacidad de decir y desarrollar enseguida una pulsión por decirlo todo, todo, en un diario de mil quinientas noventa entradas.

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